Estos primeros días del mes de agosto, mi casa fue un ir y venir de familiares que tuvieron que emigrar a otras ciudades y siempre que pueden vuelven a sus orígenes.
La mesa grande de mi cenador se queda vacía y melancólica hasta quien sabe … si el próximo verano. Las habitaciones vuelven a recobrar el orden, mi ordenador volverá a estar disponible sin tener que usarlo por turnos, hasta el lavaplatos se toma unas vacaciones.
A partir de hoy, al poner la llave para abrir la puerta de mi casa me daré cuenta que todo ha pasado, de que ya nadie me estará esperando; mi cara ya refleja un pelín o mucha tristeza, hasta la meteorología quiso ayudarme con un día lluvioso, sin sol.
El puzzle de los niños quedó sin terminar.
No me gusta el silencio, aunque a veces lo necesite, no me gusta demasiado orden en una casa, todo está para tocarlo y algún plato y vaso tiene que romper, todo necesita renovación.
Mi sitio en la playa se hará demasiado grande y la playa se queda así de triste.
No me gusta que el verano termine tan pronto.
Un saludo.